1.- DEFINICIÓN
Procedente de la voz latina
<<prostituere>> que significa originariamente “deshonrar” o
“manchar”, también es conocida con el nombre de “meretricio”.
La prostitución consiste en tener relaciones
sexuales con personas extrañas a cambio de dinero u otros objetos de valor.
Está implícito que el pago se realiza para obtener una gratificación
específica. La prostitución es un servicio que puede ser efectuado por hombres
o mujeres a solicitud bien de hombres o de mujeres, tiene lugar en las ciudades
de todo el mundo y presenta ciertas características comunes, aunque el número
de prostitutas puede variar enormemente de una ciudad a otra que se encuentre
próxima a ella.
2.- HISTORIA DE LA PROSTITUCIÓN
El concepto de prostitución a variado tanto
según las épocas, como los pueblos y hasta desde el punto de vista jurídico,
social y médico. Actualmente el concepto se ha extendido tanto en el campo de
las investigaciones que según algunos autores como Wuttke afirman que existe la
prostitución incluso en las especies animales.
En el género humano la prostitución se
encuentra definida en las antiguas leyes atenienses. Solón su primer
organizador le da como caracteres la variedad de individuos a los que se
entrega la mujer.
En los tiempos de Roma el concepto se
comprueba a través de las palabras de “quaestuosa” o que solicita, y “meretriz”
o que comercia. La diferencia entre meretriz y la mujer de prostíbulo es que la
primera ejerce su comercio clandestinamente y la segunda lo hace públicamente.
Las inscripciones Pompeyanas y algunos textos
legales de su época excluyen del concepto de prostitución a la mujer adúltera o
a la mujer que tiene un amante per incluyen a la mujer que mantiene relaciones
clandestinamente.
Las leyes de Digesto no hablan para nada de
la prostitución masculina hetero y homosexual, tan común sin embargo en la
antigüedad, en cambio separa en la prostitución femenina los conceptos de
prostituta vulgar ó “mullier quaestuaria” de los de concubina o que vive
únicamente con un soltero.
Las ideas cristianas fijaron ante todo el
punto de vista de la promiscuidad sexual para caracterizar la prostitución
según se ve en una carta de San Jerónimo en la que se define a la prostitución
como la que se entrega al vicio de muchos.
El derecho germánico no separó, como el
romano, las diversas variedades de comercio carnal fuera del matrimonio, sino
que las confundió todas en el mismo concepto limitándolas, sin embargo, a las
mujeres libres y no a las esclavas. De estas fuentes legales nacieron las
diversas definiciones desde el siglo XVII y que se han recopilado en un sin fin
de publicaciones.
Existen indicios de que ya en los tiempos
prehistóricos existía la prostitución, según las afirmaciones de algunos
investigadores que llegaron a esta conclusión tras la observación de pintura
rupestres.
En la Edad Antigua, Solón, político Ateniense
creó unas leyes de organización para el estado, el objeto de las leyes
solonianas era proteger el matrimonio y evitar el adulterio que castigaba con
pena de muerte, las mujeres libres no eran admitidas en la clase de las
prostitutas que se reclutaban exclusivamente entre las esclavas extranjeras,
éstas debían pagar su contribución al estado en gran parte para la erección del
templo de “Afrodita Pandemus”. Sin embargo aparte de la prostitución oficial
existía una pribada libre de las HETAIRAS Y CONCUBINAS, cuya frecuentación no
tenía nada de vergonzoso ni aún para los casados.
En los tiempos de Roma no se halla reconocida
la prostitución hasta el siglo III a. De C, la extensión de la prostitución a
Roma se debió al rigor de las leyes contra el adulterio y la seducción, que
persistían aún durante el reinado de Augusto. Las guerras y conquistas de los
romanos al aumentar enormemente el tráfico de esclavos favorecieron como
consecuencia la prostitución.
Ésta se ejercía desde la infancia educando a
propósito a las destinadas a ella y por cuenta de mercaderes o lenones de ambos
sexos, se observaban una serie de condiciones como en un contrato cualquier,
pudiendo liberarse las prostitutas por un precio fijo que pagaban sus amantes,
se cree que en aquellos tiempos hubo de alcanzar la cifra de aquellas mujeres
una proporción mucho mayor que en la actualidad.
No solamente en Roma sino en Corinto,
Alejandría, Neápolis, Bizancio, Antioquía y Cartago, se contaban innumerables
prostitutas, ya en barrios especiales ejerciendo libremente su oficio,
generalmente como danzarinas y flautistas. No faltaban fiestas, a veces, con
carácter religioso y a las que concurrían aquellas como las célebres Afrodisias
y Dionisiacas, Floralias y Bacanales. Las cenas con mujeres de tal condición
conservaban el nombre griego de SYMPOSION, eran frecuentes y muy a la moda
reconociéndolo autores como por ejemplo Cicerón.
También existían algunas costumbres que se
asemejaban a las modernas como la de los “Restaurantes galantes” o “Escuelas de
Flautistas”
Los baños y termas eran asimismo punto de
reunión de mujeres galantes y de los petrimetres de la época, conocidos por
ARDELIONES. En los molinos, las tahonas, tiendas de vinos y aun en las calles y
plazas eran comunes las escenas de prostitución por parte de las ALETRIS,
ALICARIAE, AMBULATRICES Y NOCTILUCAE.
Había templos especiales, como el Isis de
Romaque no eran mas que lugar de citas como también lo eran los Pórticos,
Anfiteatros, las Arenas y aun los Cementerios conocidos son los lupanares de
Pompeya y Herculano o casa de un solo piso, con cinco habitaciones reducidas,
alrededor del vestíbulo pinturas e inscripciones obscenas y en la parte alta una
sala y diversos aposentos con salida separada por otra escalera todo lo cual
daba al lugar una atmósfera pesada, fétida y oscura. Estos lugares no eran
constantemente habitados, sino simplemente alquilados de momento existiendo, no
obstante, casas de habitaciones permanentemente con sus rótulos en las celdas
expresando el nombre de guerra de las mujeres.
Se les consentía una serie de adornos sea de
joyas o de riqueza de vestidos, predominando los colores púrpura y azafrán, los
vestidos transparentes, las cadenas de oro, los pendientes, cinturones todo
ello realizado con piedras preciosas. No era raro por otra parte el abuso de
bebidas alcohólicas ni tampoco infrecuente el uso de abortivos de toda clase.
Los precios podían llegar a ser exorbitantes
y tampoco eran raros los grandes regalos como dos colmillos de elefante de l0
pies de largo entregados por el emperador romano Carino a una mujer para que
construyera con ellos una cama.
En la Edad Media no se rompió con las
tradiciones de la antigüedad en lo referente a la prostitución, adoptando, por
el contrario, muchos de sus puntos de vista. Se aprecia más bien una
transformación gradual que una verdadera reforma en tan importante problema
social por parte de los Gobiernos, filósofos y moralistas de la época. Donde
más claramente se observa esta continuidad es en el Imperio bizantino, como
puede colegirse de los escritos de Procopio y de Miguel Psellos.
La capital de los emperadores de los antiguos
ofrecía en el barrio de Gálata el aspecto de los antiguos centros de
prostitución de Grecia y Roma: lo propio puede decirse de Chipre y de Creta,
que se hicieron célebres en este sentido, mencionándolos los viajeros
extranjeros como Ibn batuta. La influencia de la prostitución bizantina se hizo
sentir, asimismo, con todos sus refinamientos en el mundo musulmán. Las
conquistas de los árabes en Siria y Egipto, tuvieron como consecuencia la
adopción de costumbres del vencido, y así, la capital islamita de damasco
parecíase en un todo a una ciudad griega. En general, la prostitución en las
ciudades medievales y especialmente las del Norte, adoptó la forma cerrada de
los burdeles, aunque no faltaban casos de la ambulante en forma de danzarinas o
tafiedoras de harpa y cítara.
Entre los árabes se encontraban tales
artistas con el nombre de mumisa , voz derivada del griego mimás, siendo muy
celebradas en las poesías árabes como el diván de Mutalami. Los judíos habían
mantenido las prohibiciones seculares de los libros sagrados con respecto a la
prostitución, aunque la influencia griega se había traducido en una tolerancia
muy extensa en la práctica. Flavio Josefo menciona ya la existencia de
numerosas prostitutas, por más que no parece hubiera una verdadera organización
de las mismas entre el elemento exclusivamente judío. Si el Talmud menciona
casos que recuerdan las costumbrs grecorromanas, es sólo por efecto de la
influencia de las mismas, existiendo sectas intransigentes como las de los
Esenios que vedaban toda relación sexual ilícita. La sociedad cristiana no
adoptó el punto de vista ascético y por tanto prohibitivo, sino que estableció
la tolerancia desde los primeros tiempos, no faltando, con todo, sus protestas
y reacciones momentáneamente victoriosas.

En general las prostitutas de la edad Media
ejercían su comercio como gremio reconocido, figurando en las entradas solemnes
de príncipes en las poblaciones festejándoles con ofrendas de flores. No era
infrecuente tampoco que las visitasen entonces grandes dignatarios, que, por
otra parte, las obsequiaban con regalos para bailes y festejos. Tal ocurrió en
Viena durante el reinado del emperador Segismundo en 1435 y en Praga en el del
emperador Alberto II.
Las ordenaciones acerca del comercio de las prostitutas
eran tan comunes como minuciosas, negándoseles, sin embargo, el derecho de
ciudadanía a partir del siglo XV. Se las obligaban a usar trajes especiales,
separándolas de las mujeres honradas incluso en las tumbas, se les reservaba
lugar aparte en las iglesias. No debe olvidarse tampoco que la escasa población
y menor riqueza de las ciudades medievales impidieron el lujo y esplendor que
acompañó al desarrollo de la prostitución en Grecia y roma. Sólo en el Oriente
Bizantino e islamita se hallan ejemplos que recuerdan los de las modernas urbes
mundiales en esta parte. Donde más parece haber concentrado el ejercicio de la
prostitución es en las grandes villas universitarias, como Padua, Florencia,
París, Heidelberg, Oxford y Salamanca.
Los moralistas no cesaron de clamar contra
esta proximidad, cual lo demuestran en el siglo XIII las invectivas de Jaime de
Vitry. Lo propio se observa en Italia por parte de Eneas Silvio y del
Panormita, condenando la inmoralidad de los estudiantes de Siena. Era deber de
los rectores vigilar que los estudiantes no salieses de noche para evitar la
frecuentación de tales mujeres. Sin embargo, tales disposiciones eran poco
respetadas, renovándose sin cesar con los abusos y escándalos, que se venían
sucediendo.
La influencia de la prostitución ambulante en
las ferias y mercados es uno de los rasgos característicos de esta época que
excedió considerablemente a la antigüedad en tal concepto. Lo propio puede
decirse de las grandes fiestas populares, como las de los Santos, de Pascua y
Carnaval, de los torneos, de las cortes, peregrinaciones y romerías.
En cuanto a las grandes expediciones
militares, como las de las Cruzadas, no hay que decir que los puertos de mar,
como Hamburgo, Venecia, Nápoles y Lisboa, eran un centro de una enorme
prostitución, como lo atestiguan las poesías de la época. No poca influencia
ejercieron también en ella las gentes de condición servil, que no dejaron de
existir en toda la Edad Media. Así, en Bizancio, a pesar de las prohibiciones
de la emperatriz Teodora, hubo un gran tráfico de esclavas, lo propio que en
Italia y en Grecia, no obstante renovarse los edictos persiguiendo tan
vergonzoso trato. En las mancebías estaban tratadas las mujeres como verdaderas
esclavas, y lo propio acontecía en todo el Oriente musulmán, lo que se refleja
en la literatura de aquel tiempo.
En la Edad Moderna, a pesar de la influencia
del Renacimiento y del descubrimiento de América, pocas modificaciones
introdujo en tal estado de cosas. La aparición del terrible mal gálico o de
Nápoles, coincidió con las guerras de Italia que trajeron como consecuencia la
diseminación por todo el continente de las prostitutas de aquel país. Las obras
de buenaventura-Desperiers, lo propio que la de Béroalde de Verville, enseñan
hasta que punto la moda italiana se había enseñoreado de Francia, y otro tanto
puede decirse de España, donde todo los transalpino hallaba acogida favorable.
Las regulaciones introducidas para combatir
el contagio venéreo, se tradujeron en reglamentos contra la prostitución, que
no hacían más que repetir los antiguos. Aquella triunfaba en realidad, no ya en
las grandes ciudades solamente, sino en las mismas cortes, como de ello dan
ejemplo la disolución de la de los Valois y los Médicis. El fausto y la
ostentación de las favoritas de los monarcas y magnates, como Diana de
Poitiers, Gabriela d' Etrées y tantas otras, no eran para desarraigar el vicio
cada día más extendido. Las riquezas del Nuevo Mundo, aumentando las que ya
existían por el comercio de Oriente, hicieron crecer el número de mujeres
galantes, figurando en ellas sin pudor alguno, incluso damas de renombre en
Italia.
El siglo XVII no sólo presenció la
prostitución femenina, idealizada, por decirlo así, en la persona de Marión
Délorme, sino que toleró el escandaloso espectáculo de la prostitución
masculina, como de ello ofrecen ejemplo los meninos de Luis XIII y las
anécdotas de Taillemant des réaux. Ningún país se vió libre de tales escenas,
que verdaderamente subieron de punto en el reinado de Luis XIV y la Restauración
inglesa. Las pinturas del conde de Gramont, las obras festivas de Quevedo y las
sátitras de Pope y Prior demuestran lo escandaloso de la prostitución en todas
las esferas sociales.
Lo propio cabe decir del siglo XVIII,
inaugurado con la corrupción de costumbres de la regencia. Felipe de Orleans y
el duque de Borbón precedieron sólo en sus liberalidades a las favoritas a los
días de Luis XV y del Parque de Ciervos. Si a veces una feliz casualidad hacía
cuando menos dorar por los esplendores del arte la bajeza del vicio en regias
amantes, como la marquesa de Pompadour, las más de las veces no conducía sino a
ruinosas prodigalidades. De ellas dieron ejemplo con sus mancebas el rey
Augusto de Sajonia y el célebre ministro conde de Bruhl, que consumieron las
rentas de sus estados.
La condición del promedio de las prostitutas
no había variado mucho, sin embargo, viviendo la mayor parte de ellas en la
mayor miseria, tiranizadas sus amas y sujetas a la arbitrariedad de la policía.
Si en algún país, como Inglaterra, escapaban a la vigilancia gubernativa, por
no existir legalmente en esta parte, su estado no era mejor en el fondo. De
ello dan ge las comedias de Gay y las sátiras y libelos de la época, como los
de Jonhson y Francis.
Entre las gentes acaudaladas y la clase
nobiliaria el hábito de las cenas galantes contribuyó en gran manera a difundir
la prostitución con apariencias más cautivadoras e inofensivas. Sin embargo, el
número de mujeres entretenidas era verdaderamente asombroso en las grandes capitales,
algunas de las cuales, como Venecia y roma, no eran más que centros de
cortesanas, como se ve en las obras de Rousseau y de Casanova.
La tormenta revolucionaria francesa no acabó
con la prostitución, como de ello dan ejemplo las obras históricas de los
Goncourt, y sabido es el alcance que tomó durante el directorio, donde se
plagiaron a su manera las costumbres grecorromanas.
Consolidada ya la paz europea y con el
advenimiento de un nuevo estado de cosas, cesaron los escándalos de
prostitución en las altas esferas, pero no por ello dejó de existir en otra
forma. La fama de las entretenidas y mujeres galantes francesas, tan popularizada
en las obras de dumas y de Murger, fue vervaderamente universal. La
idealización del tipo de la pecadora por amor comenzada en la Manou Lescant y
renovada en la Dama de las camelias, dio nuevos aspectos al problema social que
estudiamos. Sea como quiera, la organización de las prostitutas no varió en lo
esencial a pesar del cúmulo de reglamentaciones en todos los países, hasta
llegar a la ausencia completa de ellas, como en la América del Norte. En cuanto
a las dilapidaciones y prodigalidades con tales mujeres no dejaron de existir,
alimentando la crónica escandalosa de la época, como lo atestiguan los nombres
de Lola Montes y de Cora Pearl.
La prostitución de menores, la única
perseguida por la ley, iba tomando, sin embargo, nuevos vuelos; no cesando de
clamar contra ella los moralistas de todos los países.
Acerca de la prostitución entre los pueblos
primitivos, hay que distinguir, ante todo, entre prostitución como plaga
social, en el sentido que se le da comúnmente en nuestros días, y prostitución
de carácter religioso, tal como existió en algunas de las civilizaciones
primitivas, como Egipto, Fenicia y Babilonia.